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08 May 2025

Inmunoterapia: cuando el cuerpo se convierte en el mejor aliado contra el cáncer

Cada vez más pacientes acceden a este tratamiento que estimula las defensas naturales del cuerpo para combatir el cáncer. Aunque no funciona en todos los casos ni en todos los tumores, ya cambió el destino de muchísimos pacientes. Cómo actúa, en qué casos se usa y por qué marca una nueva era en oncología.

En el último tiempo, la inmunoterapia se convirtió en una de las herramientas más prometedoras en la lucha contra el cáncer. No porque sea nueva -su historia se remonta a más de un siglo de observaciones e investigaciones-, sino porque recién en la última década ha logrado resultados que cambiaron el panorama oncológico. “Lo que ha sucedido en los últimos 10, 15 años es una verdadera revolución, fruto del arduo trabajo médico y los avances tecnológicos”, resume el doctor Manglio Rizzo, jefe del Servicio de Oncología del Hospital Universitario Austral.

A diferencia de la quimioterapia o la radioterapia, que atacan directamente al tumor, la inmunoterapia entrena las defensas; o sea, estimula el sistema inmunológico del paciente para que reconozca a las células malignas como una amenaza y las elimine. “En general se trata de medicamentos que activan el sistema inmune y le permiten actuar sobre el tumor”, explica el especialista. Este objetivo puede alcanzarse de varias formas: incentivando la respuesta inmune de forma general o específica, ayudando a las células defensoras a llegar al tumor, o removiendo las barreras que los tumores utilizan para ocultarse del sistema inmunológico.

Inmunoterapia: cuando el cuerpo se convierte en el mejor aliado contra el cáncer
La inmunoterapia estimula las propias defensas del cuerpo para reconocer y eliminar las células malignas, marcando una nueva era en la lucha contra el cáncer.

Defensas versus ¿qué clase de tumores?

Aunque su aplicación se consolidó a partir de 2011, cuando se aprobó su uso extendido en tumores sólidos, el camino hacia este tipo de terapias comenzó más de cien años atrás, como se profundizará más adelante. Durante décadas, investigadores observaron que el sistema inmune podía jugar un rol clave en la respuesta al cáncer. Pero recién con el avance de las tecnologías, los ensayos clínicos y una mejor comprensión de la biología tumoral, fue posible traducir esa intuición científica en tratamientos eficaces.

Hoy, la inmunoterapia se aplica en múltiples tipos de cáncer: piel, riñón, pulmón, lengua, estómago, esófago, faringe, laringe, mama, hígado, cuello uterino, endometrio. En algunos casos, los beneficios han sido notables: “En los casos de melanoma, la inmunoterapia extendió la media de supervivencia siete veces: de 10 a 71 meses”, destaca el doctor Rizzo. Aun así, no se trata de una solución universal. Se estima que entre un 25 % y un 30 % de los pacientes responden de manera favorable, mientras que otros no presentan mejoras. Entender por qué ocurre esa diferencia es parte de los grandes desafíos actuales.

Pero, ¿quiénes pueden recibir este tratamiento? La decisión es siempre médica. “Debe ser evaluado caso por caso”, remarca el profesional. En líneas generales, se excluye a pacientes con enfermedades autoinmunes activas, ya que la inmunoterapia podría estimular respuestas no deseadas. Además, se aplica solo en patologías donde su eficacia ha sido demostrada científicamente.

Inmunoterapia: cuando el cuerpo se convierte en el mejor aliado contra el cáncer
Aunque no todos los pacientes responden igual, cada vez son más quienes se benefician de la inmunoterapia y retoman su vida con acompañamiento médico cercano.

Alta complejidad y seguimiento cercano

Uno de los motivos por los que se la considera un tratamiento de alta complejidad es que, si bien su administración suele ser sencilla -mediante una vía endovenosa y sin reacciones molestas inmediatas-, los efectos adversos pueden aparecer más adelante. “Uno de cada diez, o uno de cada tres pacientes, según el caso, puede desarrollar reacciones que, si no se detectan a tiempo, pueden comprometer la salud del paciente”, advierte el oncólogo. Por ese motivo, el seguimiento estrecho con el equipo médico es esencial.

Así las cosas, en comparación con la quimioterapia, la inmunoterapia tiene un perfil de tolerancia más favorable. “No provoca caída del cabello, rara vez genera náuseas o vómitos, y en general es bien tolerada”, aclara el doctor. Sin embargo, es clave que los pacientes comprendan que cada tratamiento oncológico tiene un mecanismo de acción distinto y que incluso las terapias con menos efectos inmediatos también requieren controles médicos.

Combinaciones posibles y nuevas estrategias

A medida que se acumula experiencia, también se amplían las estrategias. La inmunoterapia puede utilizarse sola, pero también en combinación con otros tratamientos como quimioterapia, radioterapia, otras inmunoterapias o incluso antes de una cirugía. “Hay datos que muestran que su uso en etapas tempranas del cáncer de pulmón o lengua podría aumentar las tasas de curación”, comparte el experto.

Mientras tanto, la investigación avanza. Uno de los enfoques más prometedores es el desarrollo de vacunas personalizadas, diseñadas a partir de antígenos específicos del tumor de cada paciente. Otro, el uso de linfocitos modificados genéticamente para atacar con mayor precisión a las células malignas.

“
Los avances tecnológicos nos permiten entender cada vez mejor la inmunobiología de los tumores y de los pacientes. Eso abre puertas a nuevas terapias y a un futuro prometedor”
Dr. Manglio Rizzo, jefe del Servicio de Oncología del Hospital
Inmunoterapia: cuando el cuerpo se convierte en el mejor aliado contra el cáncer
Gracias a los avances tecnológicos, hoy es posible reprogramar células del sistema inmune para atacar tumores de forma precisa, abriendo puertas a nuevas terapias personalizadas.

Miedos, mitos y realidades

En la consulta diaria, muchos pacientes llegan con dudas o miedos. La inmunoterapia todavía es menos conocida que los tratamientos tradicionales. Informar, desmitificar y acompañar son partes clave del proceso. “Es importante entender que no todos los tratamientos oncológicos son iguales. Cada uno tiene su lógica, sus beneficios y sus riesgos”, subraya el especialista.

Afortunadamente, las historias de pacientes que responden bien se multiplican. “Ya son muchos los que se han beneficiado. Algunos escribieron libros. Otros, simplemente, volvieron a su vida. Hace poco me crucé con un paciente que había terminado dos años de inmunoterapia… estaba haciendo ejercicio”, cuenta el médico.

La inmunoterapia no es una receta mágica, pero representa un cambio profundo en la forma de abordar el cáncer. Y, como dice Rizzo, el camino no termina aquí: “Tenemos que seguir trabajando para entender quién se beneficiará, quién no, cuál es la mejor combinación terapéutica, cómo reducir la toxicidad y cómo mejorar el acceso”. Mientras tanto, para muchos pacientes, esta estrategia ya es una puerta abierta hacia la vida.

Inmunoterapia: una mirada desde la oncohematología

Aunque en los últimos años la inmunoterapia ha ganado terreno en tumores como el de pulmón o riñón, en realidad su historia viene de lejos. Así lo hace saber el doctor Gustavo Kusminsky, médico consultor del Servicio de Hematología y Trasplante Hematopoyético del Hospital Universitario Austral, quien señala que la hematología fue pionera en el uso de esta opción terapéutica.

“Desde mediados de los años 80 empezamos a usar interferón (es decir, proteínas naturales producidas por el cuerpo para combatir infecciones y enfermedades) para tratar algunas leucemias. A partir de ahí se abrieron muchas líneas de investigación que permitieron desarrollar tratamientos más específicos, como los anticuerpos monoclonales, los biespecíficos y las terapias celulares. Muchos de esos avances luego se aplicaron en otras áreas de la oncología”, cuenta el profesional, eminencia en el campo.

Según el especialista, el campo de la oncohematología ofrecía una ventaja: el acceso directo a las células de la enfermedad -como la sangre y la médula ósea-, lo que permitió estudiar en profundidad sus características inmunológicas y diseñar tratamientos dirigidos.

Uno de los mayores hitos fue el desarrollo del rituximab, un anticuerpo monoclonal que marcó un antes y un después en el tratamiento de los linfomas B. Más recientemente, se sumaron:

  • Anticuerpos biespecíficos, que permiten “enganchar” una célula enferma con un linfocito T, logrando una eliminación más eficaz. 
  • Inhibidores de checkpoint, con buenos resultados en linfomas como el de Hodgkin.
  • Terapias celulares, entre ellas las CAR-T, que reprograman linfocitos T para atacar células tumorales de manera más precisa.

Además, el doctor Kusminsky recuerda que, antes de las terapias más modernas, ya estaba en danza una forma de inmunoterapia poderosa, aunque pocas veces se la mencione como tal: el trasplante de médula ósea. “Cuando trasplantamos, no solo reemplazamos las células enfermas. Lo que realmente cura es la respuesta inmunológica que monta la médula nueva contra las células tumorales del paciente. A eso lo llamamos efecto injerto contra leucemia, y es una forma de inmunoterapia que venimos aplicando desde hace más de cinco décadas”, explica. En el Hospital Universitario Austral, donde este experto ayudó a organizar el programa de esta clase de trasplantes, ya se realizaron cerca de 1500 procedimientos. “Es, todavía hoy, la terapia celular más establecida y efectiva que tenemos”, subraya.

En cuanto a la historia de este tipo de tratamiento, rescata uno de los primeros capítulos: cómo, a principios del siglo XX, “el científico alemán Paul Ehrlich hablaba del concepto de la bala mágica –Magic Bullet-: una sustancia que atacara de forma precisa a una célula enferma sin dañar las demás”. En ese sentido, terapias como los anticuerpos monoclonales, los inhibidores de puntos de control inmunitario o las células CAR-T son herederas directas de aquella visión: estrategias que activan o reprograman al sistema inmune para actuar con una precisión casi quirúrgica, apuntando solo contra el blanco deseado. Un cambio de paradigma en la forma de tratar enfermedades como el cáncer.

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