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07 May 2025

Aire, verde, vida: por qué estar al aire libre mejora la salud integral de las personas

Pasamos la mayor parte del tiempo en interiores. Y eso nos pasa factura. La ciencia confirma que el contacto con la naturaleza no solo calma: también contribuye a fortalecer la salud física. Un recorrido por los beneficios de salir al aire libre y una experiencia que lo demuestra, incluso desde una cama de terapia intensiva.

Una plaza al mediodía. El olor del pasto recién cortado. La sombra fresca de un árbol. El canto de un benteveo o de un zorzal colorado que vuela entre las ramas. A veces, para sentirnos mejor, no hace falta más que eso: salir un rato, tocar la tierra, mirar cómo se mueve el cielo entre las hojas. “Estar al aire libre, aunque sea media hora por día, puede marcar una diferencia”, ofrece el doctor Cristian Dellepiane, médico de familia del Hospital Universitario Austral y cofundador de la Asociación Argentina de Medicina del Estilo de Vida. No lo dice cual frase hecha: lo respaldan años de observación clínica y estudios científicos que, cada vez con más fuerza, señalan lo mismo. La naturaleza hace bien. Muy bien.

A lo largo de siglos y siglos de historia, el ser humano siempre vivió en contacto con la naturaleza. Solo en la última centuria nos encerramos: más pantallas, más velocidad, más cemento. “Hoy, alrededor del 60 % de la población mundial reside en ciudades, un porcentaje que seguirá creciendo. Este proceso de desconexión viene acompañado de una mayor sedentarización, menos exposición a la luz natural, una dieta más pobre, menos contacto social y más consumo de tecnología. Todo eso influye en la salud física y mental”, señala el doctor Dellepiane.

Aire, verde, vida: por qué estar al aire libre mejora la salud integral de las personas
Durante siglos, las personas convivimos con la naturaleza, fuente de inspiración inagotable para pintores como Claude Monet. Solo en el último siglo nos encerramos… y lo sentimos en el cuerpo.

Y los datos acompañan. “En los últimos años aumentaron los trastornos del ánimo, los problemas de atención, el consumo de psicofármacos… También las enfermedades crónicas: obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión”, enumera el profesional. 

Frente a este panorama, el contacto con la naturaleza aparece como una herramienta de bajo costo, accesible y poderosa. No se trata de fórmulas mágicas ni de idealizar el verde, pero sí de considerar lo que ya sabemos: estar afuera mejora muchas cosas. Promover hábitos simples, como moverse más, exponerse a la luz natural o respirar aire puro, puede ser un punto de partida para reforzar algo tan esencial como nuestra salud integral.

“Caminar por un parque, mirar a distancia un ave que cruza el cielo, estar en movimiento: todo eso impacta. Hay estudios que muestran que baja el cortisol en saliva -un marcador de estrés-, mejora la presión arterial, la frecuencia cardíaca y hasta parámetros inmunológicos, como las células NK. También se ha visto que las embarazadas que tienen más contacto con entornos naturales tienen menor riesgo de parto prematuro”, cuenta el profesional, parte del Servicio de Medicina General Ambulatoria del Hospital Universitario Austral. “Metaanálisis que abarcan un montón de investigaciones indican -en forma consistente- que hay mejoras en varios parámetros objetivos”, remarca Dellepiane. Entre ellos, disminuciones en la presión diastólica, mejoras en la variabilidad cardíaca -un indicador del sistema nervioso autónomo- y reducciones en la mortalidad asociada a enfermedades crónicas.

Aire, verde, vida: por qué estar al aire libre mejora la salud integral de las personas
La vista, el oído, el olfato: los sentidos se entrenan mejor afuera. Por eso se recomienda que los chicos pasen al menos dos horas y media al día al aire libre.

“Incluso ver imágenes de paisajes naturales activa zonas cerebrales diferentes a las que se encienden al ver escenas urbanas. Se ha visto, con resonancia magnética funcional, que las fotografías de ciudades estimulan áreas asociadas a la amenaza, como la amígdala. La naturaleza, en cambio, calma”, explica el médico. La conexión sensorial también es clave. “Nuestros sentidos se entrenan mejor al aire libre. La vista, el oído, el olfato. Las plantas emiten fitoncidas -sustancias volátiles que las protegen de insectos- que también parecen beneficiar al cuerpo humano”, detalla. Menciona, a , que a medida que los niños pasan más tiempo en interiores, se multiplican los problemas visuales, especialmente la miopía. “Por eso hoy se recomienda que los chicos pasen al menos dos horas y media por día al aire libre”

En Japón, este vínculo con lo natural tomó forma en una práctica llamada Shinrin-yoku, o baño de bosque: caminatas lentas y conscientes entre árboles que buscan justamente activar los sentidos y sintonizar con el entorno. “Está muy estudiado allá, y hay evidencia de sus efectos en la reducción del estrés, la mejora de la inmunidad y la salud cardiovascular”, comenta el doctor Dellepiane.

Aire, verde, vida: por qué estar al aire libre mejora la salud integral de las personas
Estar en la naturaleza no es un lujo, es una necesidad. Solo media hora al aire libre puede reducir el estrés, mejorar la presión arterial y reforzar tus defensas de los adultos.
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Hay evidencia sólida de que los pacientes internados que pueden ver un paisaje natural requieren menos analgésicos y se recuperan más rápido. Algo pasa cuando conectamos con lo vivo”
Dr. Cristián Dellepiane, staff del Servicio de Medicina Familiar Ambulatoria

El mensaje es claro: hay que salir. “Lo recomendable son, al menos, 30 minutos por día, pero incluso 5, 10, 15 es mejor que nada. Ir a la plaza, caminar hasta el trabajo, comer al aire libre. No hace falta irse al campo. Es salir de adentro, buscar la luz, moverse. Los chicos, por ejemplo, deberían estar más tiempo afuera, y hoy están cada vez más adentro, con pantallas. Eso también afecta su visión, su atención, su estado de ánimo”. Y añade: “Se estima que pasamos el 93 % del tiempo en interiores, con una intensidad de luz que no se compara con la del exterior. Adentro tenés 500 lux; afuera, incluso a la sombra, tenés 25.000. En el sol, más de 100.000. Eso también influye en cómo nos sentimos”.

Una mención aparte merece el contacto con los animales. Diversos estudios refieren a cómo la interacción con mascotas o animales en entornos naturales puede reducir el estrés, bajar la presión arterial, mejorar el estado de ánimo. Acariciar un perro, mirar el trote del caballo o simplemente compartir tiempo con un animal despierta respuestas neuroquímicas vinculadas al bienestar, como la liberación de oxitocina.

No es casual que antiguamente se enviara a los enfermos a “tomar aire” o “recuperarse en las sierras”. Tampoco es casual que hoy muchos diseños urbanos intenten incluir más plazas, parques y espacios verdes accesibles. La desconexión actual no es solo geográfica: es sensorial, emocional, vital. Y cuanto más lejos estemos de la naturaleza, más lo va a sentir nuestro cuerpo. Volver a ella no es nostalgia. Es necesidad.

Cuando la naturaleza entra al hospital

A veces, incluso en los contextos más difíciles, también se puede salir. No del todo, no por completo, pero sí lo necesario; por caso, al jardín. En la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario Austral, un proyecto pionero busca acercar la naturaleza a quienes más lo necesitan. Se trata de SaNar, salidas a la naturaleza, una de las iniciativas del Proyecto de Humanización de Cuidados Intensivos que permite que pacientes internados en terapia puedan dar paseos breves, acompañados por profesionales, por los espacios verdes del hospital.

“Para nosotros, la seguridad de la persona es prioritaria”, explica Daiana Pugliese, licenciada en Enfermería del Servicio de Unidad de Cardiología Crítica e integrante del Comité de Humanización y Ética. “Los paseos se realizan con monitoreo constante, y cuando es necesario, con soporte de equipamiento”. Pero más allá de la logística, lo importante es lo que sucede en esos 60 minutos al aire libre: “Tuvimos un paciente que esperó tres meses en terapia intensiva un trasplante de corazón. Pensó en desistir. No aguantaba el encierro. Pero, gracias a estas salidas, se reconectó. Recuperó fuerza. Hoy está en su casa, con su nuevo corazón”, cuenta Daiana.

El contacto con la naturaleza no es solo un acto simbólico. Está probado: mejora el estado anímico, reduce el estrés, acelera la recuperación. Por eso, la iniciativa se enmarca en un modelo de atención más amplio que busca humanizar los cuidados intensivos. Cambiar el paradigma. Hacer del hospital un lugar donde la vida no se suspenda.

Además de SaNar, el proyecto contempla otras prácticas poco frecuentes en muchas instituciones del país: permitir la compañía de un familiar durante las 24 horas, habilitar la participación de los seres queridos en algunos cuidados –como el baño o la curación de heridas–, crear condiciones propicias para el descanso nocturno y, también, abrir las puertas a las mascotas. Patitas de Guardia, otra de las propuestas, permite el ingreso controlado de perros a la unidad, con protocolos específicos. “El contacto con animales reduce la ansiedad, el estrés, la sensación de soledad. Es algo que vemos cada vez que un paciente recibe esa visita tan especial”, agrega Pugliese.

Internarse en terapia intensiva es, muchas veces, una experiencia abrupta, desconectada del mundo exterior. Lo que propone el Hospital Universitario Austral es reconectar. Con la familia, con los afectos, con la luz del día. Y también con la naturaleza, ese entorno vital que, incluso desde una cama de hospital, puede traer un poco de alivio. Un poco de aire. Más vida.

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La naturaleza no es decorado; es parte del cuidado. Un paseo por el verde puede favorecer la recuperación de pacientes, incluso internados en terapia intensiva.
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