En la tevé, en las redes, tomando un café con amigas: cada vez más mujeres hablan abiertamente, sin miedo ni tapujos, sobre los cambios que atraviesan en la menopausia. Sin embargo, muchas aún llegan a esta etapa sin saber exactamente qué esperar. Si bien los famosos sofocos, los sudores nocturnos y hasta el aumento de peso suelen estar en el centro de la conversación, existen otras manifestaciones vinculadas a este proceso natural, tanto menos difundidas: niebla mental, ojo seco, insomnio, infección urinaria, una tirantez inusual en la piel, entre ellas. Así las cosas, “no todo lo que ocurre en el cuerpo durante esta etapa se debe exclusivamente a la menopausia, pero es importante conocer qué cambios podrían estar relacionados con la disminución hormonal”, acorde a la doctora Carolina Heer, ginecóloga del Hospital Universitario Austral, que invita a descubrir este momento de la vida con información y sin tabúes. Contar con herramientas claras y acceder a controles médicos adecuados puede hacer una diferencia clave en cómo se transita esta etapa.
Técnicamente, la menopausia -que, en promedio, llega cuando la mujer cumple los 50 – refiere a una situación muy específica. “Así como la primera regla es la menarca, la última se llama menopausia, y se diagnostica de manera retrospectiva; es decir, una vez que ya han pasado 12 meses sin el período”, clarifica la especialista. “La transición entre la etapa reproductiva y no reproductiva, que puede durar varios años, lleva por nombre perimenopausia”, añade la doctora Heer. Y aclara otro concepto importante: qué es el climaterio; o sea, la etapa de la vida que comprende cambios graduales respecto a la función ovárica, que puede durar años y estar acompañada de diversas manifestaciones. “El climaterio incluye tanto el antes (la perimenopausia), el durante (la propia menopausia), y el después (la posmenopausia)”, precisa la doctora, a la vez que recuerda que cada mujer lo vive de manera diferente.
Hecha esta salvedad, lo cierto es que el fin de la menstruación marca el cese de la función reproductiva y hormonal de los ovarios. El consiguiente descenso de estrógenos puede estar asociado a cambios físicos y emocionales que, vale subrayar, varían considerablemente entre una mujer y otra. Ni todas experimentan todos los síntomas citados, ni la intensidad de los mismos es siempre la misma. Algunas pueden sentir calores, trastornos del sueño o cambios en el estado de ánimo, sí, pero otras atraviesan esos años sin mayores sobresaltos.
Entre los síntomas menos conocidos, pero no por eso infrecuentes, se cuentan la sequedad de la piel, el ojo seco, la sequedad vulvovaginal… ¿Puede tener relación con la caída hormonal? Sí. Pero no siempre. “Todos los tejidos del cuerpo tienen algún grado de dependencia de los estrógenos. Al disminuir su presencia, la piel -por ejemplo- pierde elasticidad y colágeno. Sin embargo, como he dicho, no todo puede atribuirse al déficit hormonal: también hay que considerar el envejecimiento natural y descartar otras causas”, aclara la especialista.
La recomendación, ante cualquier malestar persistente o síntoma que afecte la rutina diaria, es consultar con el médico. “Lo importante es no naturalizar algo que incomoda, que incide en la calidad de vida. A veces no se trata de patologías, pero sí de situaciones que tienen solución y que mejoran con tratamiento, con cambios en los hábitos o simplemente con información”, dice la ginecóloga.
La actividad física regular es, en este sentido, una gran aliada. Mejora el estado anímico, favorece la salud ósea, fortalece el sistema cardiovascular y contribuye a aliviar dolores articulares. “La inactividad empeora muchas molestias”, cuenta la doctora Heer. También destaca la importancia de sostener una alimentación variada, rica en vegetales, frutas, proteínas magras y alimentos frescos. “La mejor farmacia es la frutería y la verdulería”, grafica la profesional, y desmiente una de las creencias más extendidas: que el calcio puede acumularse en las arterias. “Eso es un mito. El calcio va a los huesos, sobre todo si la persona realiza actividad física. Y no hace falta tomar pastillas: los lácteos descremados siguen siendo una gran fuente”.
Otra idea que conviene revisar es la de que la menopausia marca el final de la intimidad en el matrimonio. “Es cierto que algunas mujeres pueden experimentar sequedad vaginal o disminución del deseo, pero eso no significa que la intimidad se termine. Hay tratamientos y recursos disponibles, y muchas veces lo que se necesita es encontrar una nueva manera de vincularse con el propio cuerpo”, cuenta la doctora Heer. “La libido es energía creativa. Se trabaja, se recupera, se transforma”.
Por cierto: los controles médicos no se acaban con la última menstruación. Las mujeres deben seguir haciéndose chequeos anuales, continuar realizándose el papanicolaou, la colposcopía, la mamografía y, según el caso, estudios como la ecografía mamaria, la ecografía transvaginal y la densitometría ósea, que permite evaluar la salud de los huesos y prevenir fracturas.
Después de todo, hoy, con una expectativa de vida que supera los 80 años, una mujer puede vivir más de un cuarto de siglo en la etapa posmenopáusica. “A los 50 o 60 ya crió, ya cuidó, ya trabajó mucho. Puede volver a estudiar, hacer ejercicio, emprender, enamorarse. Está en una etapa de plenitud, donde se recupera el tiempo propio”, concluye la ginecóloga. Y ese bienestar también se cuida: con seguimiento médico, escucha atenta del cuerpo y acceso a información de calidad. Por eso, más que una despedida, la menopausia puede ser una invitación. A mirar el cuerpo con nuevos ojos, a buscar información confiable, a hablar sin vergüenza.